lunes, 18 de febrero de 2013

La noticia


La prensa escrita y hablada estaba francamente nauseabunda. A tal grado había llegado cualquier informativo, saturado de noticias sobre corrupción, fraudes, violencia doméstica, pornografía infantil, atentados terroristas, hambre, guerra, desahucios, acusaciones, juicios, suicidios, mafias criminales, etc., que el ambiente político y social era irrespirable.
Era imposible ponerse delante de una cuartilla, lápiz en mano, para escribir unas líneas, sin que aflorasen dichos temas de actualidad. ¿Cómo encontrar un mensaje de esperanza en medio de tanta basura?
Algunas preguntas martilleaban en la mente:
¿Ha mejorado algo este mundo tras 2000 años de cristianismo? ¿Cómo sería recibido Jesucristo si hubiera nacido en este siglo XXI, qué efecto tendría? ¿Tendría Jesucristo un mensaje para este mundo moderno?
Sí, creo que hay respuestas a esas preguntas. La naturaleza humana no ha cambiado básicamente. En algunas cosas la sociedad tiene más conciencia de la justicia, pero, por otra parte, las injusticias son más patentes. Sin duda, Jesucristo volvería a ser crucificado (es crucificado cada día en millares de seres humanos) y hoy volvería a darnos el mismo mensaje, por ejemplo:
  • Bienaventurados los pobres,… (¡óiganlo bien los ambiciosos, los que defraudan, los especuladores!)
  • Bienaventurados los mansos,… (¡óiganlo bien los impacientes, los intransigentes, los violentos, los torturadores!)
  • Bienaventurados los que lloran,… (¡óiganlo bien los que hacen llorar a inocentes o no ayudan a aliviar el sufrimiento de otros!)
  • Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,… (¡óiganlo bien los que engañan a la justicia, o los que juzgan injustamente!)
  • Bienaventurados los misericordiosos,… (¡óiganlo bien los rencorosos y vengativos, que no perdonan las ofensas ni los errores!)
  • Bienaventurados los limpios de corazón,… (¡óiganlo bien los que corrompen a niños y jóvenes, los que negocian con el vicio!)
  • Bienaventurados los pacíficos,… (¡óiganlo bien los que promueven guerras y se benefician de ellas!)
  • Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,… (¡óiganlo bien los que presentan denuncias falsas y los que compran a los jueces!)
  • Bienaventurados cuando os insulten por causa de Jesús,… (¡óiganlo bien los que persiguen a los cristianos o hacen burla de la religión!)

Las ideas se atascaban obstinadas. Era difícil reflexionar. Era difícil escribir.

De repente, ¡la gran noticia! Los teletipos se bloquean, los programas de radio y televisión se interrumpen en todo el mundo, los periódicos sacan edición especial:

Un anciano de 86 años, de aspecto frágil y enfermo, pausadamente y con voz tenue, ha leído media cuartilla en latín, delante de una reunión de obispos y cardenales.

Después de meses de reflexión y oración, reconociendo que ya no tiene fuerzas para llevar a cabo la misión que le había encomendado Dios, a través de la elección del colegio cardenalicio, Benedicto XVI ha renunciado a ser cabeza visible de la Iglesia. Un gesto que es toda una lección de humildad, pero de una gran valentía, y toda una proclamación de modernidad. Algo que no tenía precedentes en seis siglos. Tan revolucionario y tan innovador como aquel primer paso de Neil Armstrong sobre la Luna, en Julio de 1969 (¿recordáis, “Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”?). Se ha dicho que este pequeño gesto del anciano Papa puede cambiar el futuro de la Iglesia y de la Humanidad. 

¡Gracias, Dios mío, por darnos una noticia limpia para llenar las portadas de la prensa!
¡Gracias, Benedicto XVI, por tu ejemplo!

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