lunes, 18 de mayo de 2020

Reflexiones para un mundo nuevo - Nº 4

Hoy, 18 de Mayo, día 1º de la Fase 1 del desconfinamiento hacia la Nueva Normalidad, he salido a la calle y he vuelto a encontrar vida en la ciudad.

Hoy reabrían, con restricciones, cautelas y miedo, los pequeños comercios y las terrazas, después de 9 semanas de clausura forzada.

Mucho se había dicho que los pequeños comercios son la savia que da vida a las ciudades. Las fotos de calles vacías lo atestiguaban. 

Muchos escribieron y proclamaron la necesidad de apoyar con medidas rápidas y eficaces a este sector de la economía y vida social para que no se extinguiera, porque sería la muerte de nuestro modelo de relación social. Se pedía financiación, alivio en los alquileres, en los impuestos,...incluso han surgido frecuentes movimientos de ayuda económica por parte de clientes habituales, adelantando cantidades a cuenta de las compras futuras. Todo ello encomiable, pero eran parches y echar el balón hacia adelante.

Por eso, hoy, día del aparente renacimiento, quiero romper una lanza - qué expresión más romántica - en favor del pequeño comercio y poner los problemas delante de quien tiene que salvarlo, que somos los consumidores.

Cualquiera de estos negocios, independientemente del sector donde se mueva, viene recibiendo múltiples puñaladas de la sociedad, de esa sociedad que les "adora y necesita". Sólo vamos a repasar algunas que me vienen a la mente, y que pueden ser mortales en la Nueva Normalidad.

Cuando el mercado inmobiliario repunta, suben los alquileres de los locales comerciales, cuando la demanda turística crece y el centro de la ciudad se convierte en un bazar de souvenirs o se llena de franquicias de comida para guiris, suben los alquileres. Pero el precio de venta no puede absorber ese incremento de gastos fijos, hay que emigrar a otro local.

Cuando el Ayuntamiento pone trabas a la movilidad de clientes y proveedores con su nueva distribución del espacio urbano, los comercios de proximidad se desesperan, porque no pueden competir con las facilidades de las grandes superficies.

Cuando la compra online sube a niveles de locura, por necesidad del confinamiento, los pequeños comercios, como David frente a Goliat, tratan de defenderse y se dotan de armas similares, pero de juguete, y sin músculo para manejarlas. Es una huída hacia adelante.

Cuando casi todo producto manufacturado viene de China y está disponible en los grandes portales de venta online (no quiero dar nombres) y todo el mundo, a la desesperada, ofrece gastos de envío gratis, ¿En qué se puede diferenciar nuestro pequeño comercio para seguir siendo eso, un comercio amigo, de proximidad? ¿De dónde sacará para pagar los gastos extra que suponen las medidas de seguridad por el Covi-19? 

Ese pequeño comercio se ve zarandeado por el tsunami de esta sociedad de consumo global, que ni siquiera sabemos quién maneja de verdad.

¿Recuerdan los más ancianos aquello de las dos temporadas de la moda, Primavera-Verano y Otoño-Invierno? ¿Y las rebajas de Enero o de Agosto? Se acabó: nuevos productos en el escaparate global todos los días y descuentos arrasadores cualquier fecha del año. ¡Ah! y los/las "influencers", que viven de alimentar su ego a base de que miles de seguidores/as acepten ciegamente sus caprichosos consejos, convirtiéndose en la principal pieza de publicidad para algunos fabricantes ¡Como para tener stock en una pequeña tienda!.

¿Recuerdan el sistema capilar que desde el fabricante llegaba hasta el cliente final a través de mayoristas, representantes y comercio minorista?. Esto era un sistema que se "inventó" con la revolución industrial, que concentraba la capacidad productiva lejos del consumidor. Pues, se acabó: El fabricante tiene su propia tienda online, o existe un portal web que vende productos de todo el mundo, no importa donde se encuentre físicamente el almacén, y todos compiten contra el pequeño comercio que lucha por vender el stock que tiene en su pequeño almacén. La nueva capilaridad  consiste en barcos portacontenedores procedentes del lejano oriente,  camiones procesionando para penetrar tierra adentro y un enjambre de furgonetas, motoristas y ciclistas de reparto que, por una paga de miseria, nos rodean como avispas llevando los productos hasta los hogares, donde les esperamos en el salón, ante el televisor.

¡Qué cómodo, no tener que llegar hasta la tienda para comprar! ¡Qué guay, que nos lo traigan a casa sin pagar gastos de envío y sin preocuparnos si el chaval se pega un tortazo con la moto o va protegido contra el Covi-19! ¡Qué eficiente, poder elegir el mejor entre los descuentos que se ofrecen en internet! ¡Qué relajante, navegar por Instagram esperando que otros/as sugieran qué me conviene comprar!  

Esto no es una campaña contra la venta online. Esto es una reflexión que trato de llevar a la tarjeta visa de cada uno.

Tendremos puestos de trabajo en industria en España, si decidimos comprar productos españoles (de calidad), aunque sean algo más caros. Tendremos comercios en nuestras ciudades si decidimos buscar su asesoramiento y comprar allí, aunque sea algo más caro. Nuestro voto más importante es el de la cesta de la compra. No importa a quien votemos en las elecciones. Ellos, los políticos, sólo saben repartir el dinero de nuestros impuestos y salir en la foto. Pero ellos no harán que los negocios de todos esos autónomos y microempresarios sigan dando vida a los pueblos y ciudades. 

Es tarea nuestra. De lo contrario, tendremos más paro, más subsidios y más impuestos.        

lunes, 4 de mayo de 2020

Reflexiones para un mundo nuevo - Nº 3

Es curioso que personas expertas y prestigiosas puedan tener opiniones opuestas sobre un mismo tema, pero más curioso todavía es que, al leerles o escucharles, los profanos estemos de acuerdo con ellos, o sea, pensemos que los dos están en lo cierto.
Algo así me sucede con el tema de la reindustrialización. El debate ya está sobre la mesa, y como ejemplo aquí sirvo una muestra.
Mientras el profesor Gay de Liébana apuesta por potenciar el sector primario y la reindustrialización, como vía de salida de la profunda crisis económica en la que estamos entrando como consecuencia de la pandemia del Covid-19,  véase, por ejemplo, esta conferencia  https://www.youtube.com/watch?v=t9dFEOO_pTs
Otro, igualmente ilustre profesor, Jordi Palafox, afirma tajantemente en esta entrevista que "La estrategia de reindustrialización en España es un despilfarro de recursos", https://www.elconfidencial.com/economia/2020-04-25/entrevista-palafox-industrializacion-coronavirus_2552048/
 Incapaz soy de rebatirles, pero me produce inquietud estar de acuerdo, a la vez, con dos planteamientos tan distintos.
Tienen razón al decir que la autarquía no es una solución viable, que no se puede volver a recrear algo parecido al INI, y menos ponerlo en manos de esta clase política del siglo XXI. Y al recordarnos que existe Europa y la globalización es un hecho irreversible, y cualquier propuesta que no lo tenga en cuenta no tendrá el mínimo recorrido.
Tienen razón al decir que fue un error la solución fácil de trasvasar los empleos sobrantes de la burbuja inmobiliaria  a los servicios turísticos. Lo mismo que se había hecho con la externalización de industrias y la mecanización del campo. Al poner demasiados huevos en la misma cesta, era previsible que una emergencia sanitaria o el fin de los conflictos bélicos en otros márgenes del Mediterráneo se llevasen la industria turística por los aires, como ha sido en 2020. ¿Podía haberse hecho de otra forma?
Tienen razón al decir que el clima nos da un diferencial con otros países europeos para producir alimentos naturales de calidad. Tienen razón al decir que seríamos capaces de fabricar aquí muchos de los productos que hemos externalizado en Asia (si hubiéramos mantenido y adaptado nuestra mano de obra especializada). Pero, ¿cómo conseguir que sean competitivos para exportarlos?
En España, como en una empresa con unos enormes gastos fijos que, además, nadie quiere recortar (son nuestro estado del bienestar y el alimento de políticos y mangantes), todos piensan que es necesario aumentar el valor añadido del país. O sea, dicho en lenguaje de la calle, que exista más margen entre el coste de los recursos de los que partimos (materias primas, combustibles, energías naturales, patrimonio histórico,...) y el precio que pagan los clientes por nuestros productos/servicios.
Pero, mirémonos al espejo y sepamos dónde estamos. No seamos como aquel Presidente, contador de nubes, que, con el BOE en la mano, soñó crear miles (¡millones!) de empleos en biotecnología. El gráfico de Eurostat es evidente. Aceptemos la realidad y los mimbres con los que hay que trabajar. Será una tarea de varias generaciones. Ahora hay que salir del paso como sea, pero apostar por el futuro.
Yo no esperaría que las soluciones para conseguir esa meta lleguen de la clase política. Simplemente les pediría que pongan las condiciones necesarias y no molesten. Necesitamos líderes y no políticos que sólo estén pensando en su campaña electoral de cada cuatro años. Estoy convencido que es la sociedad civil quien tiene que ponerse manos a la obra. Aquí hay que demostrar el patriotismo.
Sin empresarios-emprendedores-patriotas no hay recuperación posible. El dinero tiene que apostar por crear y repartir valor en España.
Y nosotros, los ciudadanos-consumidores-patriotas, tendremos que decidir si estamos dispuestos a pagar un poco más por unos productos y servicios marca España. Y exigir calidad, pero calidad española.
Si alguien me sigue, lo lee, lo califica y/o comenta y difunde, se lo agradeceré.

jueves, 30 de abril de 2020

Reflexiones para un mundo nuevo - Nº 2

Empecemos con el "empoderamiento".
Por casualidad, me he tropezado con el cuento "¿Quién se ha llevado mi queso?" y, como tenía tiempo, lo he vuelto a leer. Y viene a cuento de lo que iba a escribir sobre el empoderamiento.
Observo, en este tiempo del desconfinamiento, que hay mucho ratón atolondrado (en unas versiones le llaman Corri, en otras Escurridizo), y mucho liliputiense que se niega a reconocer la realidad y adaptarse al cambio (como Kif, o Hem, según versiones).
Ha bastado que se abriera una rendija en la jaula, para que todos los ratoncillos salieran de estampida en busca de la ansiada libertad, del deporte al aire libre, de las reuniones con amigos y familiares, de las cervezas en las terrazas, de comprarse ropa nueva,...de su ansiado queso. Y se dejan atrás olvidadas las mascarillas, las gafas, el gel hidroalcohólico, la distancia de seguridad, y todas las protecciones propias y ajenas. Está tan bueno el queso que se olvidan de olfatear los riesgos. Si nos contagiamos...ya protestaremos, ya exigiremos a los servicios sanitarios que nos atiendan y nos curen, porque la culpa es de Papá Estado, que no supo prever que nos podíamos contagiar.
Puede sonar a caricatura, pero estamos hablando de ratoncillos que, teniendo todo el poder y la independencia para salir/o no a la calle, ponerse/o no una mascarilla, aproximarse/o no a los amigos, comprarse/o no una camisa nueva, etc...se han lanzado sobre el queso sin asumir su responsabilidad en esta emergencia sanitaria.
Pero más complicado es el caso de los Kif.
Desde que el Gobierno nos cantó la milonga del desconfinamiento en 4 fases -¿ó 3, ó 5, o ya veremos?- los medios de comunicación están llenos de liliputienses, empresarios, autónomos o portavoces de asociaciones, que protestan por todo. Porque el plan no está desarrollado y, ya de entrada, lo rechazan.
¡Es que el Gobierno no nos dice con qué mano hay que servir la cerveza ni cómo hay que colgar las chaquetas en las perchas!    
¿Lo sabrán ellos, los políticos y los funcionarios, mejor que los profesionales del sector?
Es tal la variedad de situaciones que nunca el BOE podrá dar respuesta a las dudas de un empresario sobre cómo organizar el trabajo en su empresa. Sólo el sentido común, el knowhow, la imaginación y una actitud proactiva nos aproximarán a la solución.
Supongamos que el BOE recoge algo tan básico como
·         Fecha a partir de la cual está permitida (no obligada) la apertura
·         El propietario es responsable de tomar las medidas para evitar el contagio, tanto de empleados como de clientes, dentro de su establecimiento
·         Si en la trazabilidad de nuevos contagios se demostrase que éste se ha producido dentro de su establecimiento, se aplicaría una sanción económica y se procedería al cierre del mismo
Y, a partir de ahí, los colectivos, sindicatos y asociaciones profesionales, que conocen la problemática de cada sector, pueden empezar a pensar en las soluciones y asesorar a sus asociados. Cuando tengan la respuesta, podrán empezar con las reivindicaciones de financiación para adaptar sus negocios durante este período.
Empoderamiento, no victimismo. Aceptar los hechos. No es culpa nuestra, pero nos hemos caído en un agujero, con un enorme coste humano y económico, cuya recuperación pagaremos entre todos, y pagarán nuestros hijos y nietos. ¿Que el hoyo sea más hondo por una mala gestión del Gobierno? Posiblemente. Eso ya  lo determinarán los analistas, los historiadores y los jueces, si acaso. Pero necesitamos muchos Kof ( o Haw, según versiones) que se pongan a buscar queso nuevo, sin llorar.

miércoles, 29 de abril de 2020

Reflexiones para un mundo nuevo - Nº 1


Desde el fondo del confinamiento por el Covid-19 todos nos estamos haciendo un poco filósofos, médicos epidemiólogos, sociólogos, economistas y..., a veces, nos ponemos pesados.
Tanto hemos oído y leído que habrá un antes y un después de esta pandemia, que nuestro modelo de relación social tendrá que ser distinto, que el mundo no será el mismo, que empiezo a temer que no vaya a mejorar sino a empeorar.
Porque, seguro que  todos hemos hecho examen de conciencia, nos hemos dado cuenta que en nuestra vida habíamos dejado entrar muchas cosas innecesarias, inútiles, e incluso nocivas. Que teníamos poca relación familiar porque dedicábamos poco tiempo a la familia y mucho a ganar dinero con el que comprar esas cosas innecesarias. Que no valorábamos lo enriquecedor que puede ser quedarse en casa, pacíficamente, compartiendo actividades en familia, sin que la agenda de compromisos exteriores nos apremie. Y que el mundo no se para porque no haya partidos de futbol, o no salgamos de restaurante y copas los fines de semana, o no nos amotinemos en los centros comerciales en busca de oportunidades o del último trapo que ha mostrado una "influencer" en su Instagram. Así podríamos seguir enumerando cosas que se han suprimido o aplazado durante esta cuarentena.
Y, seguramente, también hemos reflexionado sobre el hecho de que la Naturaleza parece respirar aliviada en la medida que millones de nosotros quedábamos enjaulados sin poder hollarla, sin quemar gasolina a troche y moche, hasta el punto que la fauna silvestre quiere recuperar sus espacios entre el asfalto.
Pero ahora que, según dicen, se empieza a ver la luz al final del túnel, nos empezamos a poner nerviosos, como los caballos en los cajones de salida, antes de la carrera, esperando para salir disparados...hacia la recuperación de la "nueva normalidad".
Cabe preguntarse, después de tanto reflexionar, y de descubrir que el mundo en que vivíamos no era auténtico, que mucha parafernalia era prescindible, ¿Habremos aprendido algo? ¿Hemos entendido la lección? ¿Cambiaremos el modelo?
Y llega la sensación de impotencia, el volver a engañarnos a nosotros mismos, diciendo que uno sólo no puede cambiar el mundo, que somos arrastrados irremisiblemente por el entorno, etc. ¿Pero no acabamos de descubrir, a través de las redes sociales, que éramos muchos los que pensábamos igual, que somos mayoría?
Me viene a la mente una palabra horrible, EMPODERAMIENTO, un anglicismo (de empowerment) puesto de moda por ciertos movimientos activistas y cuyo significado viene a ser : Adquisición de poder e independencia por parte de un grupo social desfavorecido para mejorar su situaciónPor aquí enhebraré mi próxima reflexión.
Se alguien me sigue, lo lee, lo califica y/o comenta y difunde, se lo agradeceré.

lunes, 24 de marzo de 2014

Yo voté a Adolfo Suarez

Reaparezco, tras un año de silencio.
Soy un simple ciudadano, de a pié, que no tiene más interés en la política que desear que la cosa pública esté bien gestionada. Nuestra única capacidad de influencia es el voto.
Por eso, en un día en que todos los cantamañanas que viven de la política se llenan la boca loando al difunto D. Adolfo Suárez, al que habían olvidado, menospreciado o apuñalado anteriormente, tengo tanto o más derecho que ellos a rendir homenaje al ex-presidente. Y me siento en la obligación de hacerlo.
Ellos, los políticos, destacan de Suárez su capacidad de diálogo, su habilidad para llegar a acuerdos, su vocación de buscar el consenso (palabra envenenada, pues podría esconder una disposición a pactar o negociar en todo, incluso renunciando a los propios principios). Cuando así se manifiestan, simplemente descubren su envidia por carecer del carisma que tenía D. Adolfo Suárez.
Cuando él accedió a la Presidencia del Gobierno por designación, sucediendo a Arias Navarro, yo ni siquiera podía poner cara a su nombre. El telón de fin de acto de la dictadura cayó estando viviendo, con mi familia, en el extranjero y algunos de los nombres de políticos españoles que pasaban por las páginas de la prensa extranjera me resultaban totalmente desconocidos.
Posteriormente, pude apreciar que tenía la mirada limpia y el hablar firme y decidido, propio de las personas que actúan según sus convicciones.
Es posible que contase con dos factores excepcionales que le presentan como más noble que los políticos que padecemos en la actualidad. De una parte, no debía nada al partido político con el que comparecía a las elecciones, esto daba autenticidad a su discurso. Y, por otra, no tuvo que atacar y destruir a su antecesor para acceder al cargo de Presidente, por lo que no tuvo que encanallarse en la lucha partidista. Aunque sí fue víctima de campañas canallescas para derribarle. Ni los políticos que la llevaron a cabo, ni los periodistas, ni los empresarios que las apoyaron tendrán ahora la hidalguía de dar un paso al frente para reconocer que fueron injustos. 
Pero asistimos a una notable manifestación: la mayoría silenciosa que, al desfilar respetuosamente ante el féretro, en una larga cola  de ciudadanos, no sólo le rinden homenaje sino que están "hablando", están diciendo con su gesto a los políticos actuales que el Sr. Suárez valía mucho más que todos ellos. Y, en el otro extremo, algún fantoche metido a político intenta utilizar el cadáver del ex-presidente para su campaña separatista. ¡Deleznable!  
D. Adolfo Suárez fue mejor persona y más valiente que todos los políticos posteriores que han tenido responsabilidad de gobierno. Eso es lo que cuenta para mí.
Por eso le voté, y no le retiré el voto hasta que él quiso retirarse. Aunque fuera un voto inútil.
Descanse en paz.
    

lunes, 25 de febrero de 2013

El Nº 266


Resulta que varios - la mayoría – de los Papas que hemos conocido en vida, no tenían ningún interés en ser nombrados sucesores de S. Pedro. Así parece que sucedía, al menos, con Juan XXIII, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI, cuando fueron elegidos por el Cónclave. Esto es toda una prueba de la intervención del Espíritu Santo en el gobierno de la Iglesia.
Seguramente, cuando se lea este artículo, ya tendremos nuevo Papa – el que hará nº 266 en la historia de la Iglesia – y lo que se dice aquí resultará ridículo. Pero desearía que el Espíritu Santo continuase haciendo travesuras y los eminentísimos cardenales rompieran todas las quinielas de los “vaticanólogos” y eligieran un Papa insospechado.
Quisiéramos un Papa tan iluso que piense que puede reformar profundamente la Curia romana, y lo intente.
Un Papa que comience su mandato sin amigos en el Vaticano, pero que se gane la amistad de millones de creyentes y no creyentes. Que no ambicionase ser elegido y que no se sienta influenciado por los grupos de presión.
Un Papa, sea cual sea su edad, que pueda decir ¡SEGUIDLE! (a Jesucristo) a los jóvenes del primer mundo, y a los del segundo y tercer mundo, y que le sigan.
Un Papa valiente, que aborde, por fin, temas como el celibato de los sacerdotes o el sacerdocio de las mujeres.
Un Papa que no use el “papamóvil”, aunque puedan pegarle un tiro, como se lo hubieran pegado a Jesucristo, si  hubiera vivido en este siglo. Que use personalmente la cuenta de twitter o facebook y lea la prensa sin filtros.
Un Papa al que las sandalias del pescador hagan ampollas, como duelen los pies descalzos a los niños pobres de medio mundo.
Un Papa enérgico, pero comprensivo, inteligente, pero sencillo. Que sepa rezar y ayudar a rezar. Que sepa pedir perdón y pueda reconciliar a los católicos con los otros cristianos.
Finalmente, un Papa tan humano que también piense en renunciar, cuando sienta que no tiene fuerzas para llevar a cabo lo que Dios le pide.
Si no resulta tal como deseamos algunos, pedimos a Dios que nos ayude a querer también al nº 266 y a descubrir los aspectos positivos de su papado pues, con seguridad, el Espíritu Santo debe saber lo que hace.

lunes, 18 de febrero de 2013

La noticia


La prensa escrita y hablada estaba francamente nauseabunda. A tal grado había llegado cualquier informativo, saturado de noticias sobre corrupción, fraudes, violencia doméstica, pornografía infantil, atentados terroristas, hambre, guerra, desahucios, acusaciones, juicios, suicidios, mafias criminales, etc., que el ambiente político y social era irrespirable.
Era imposible ponerse delante de una cuartilla, lápiz en mano, para escribir unas líneas, sin que aflorasen dichos temas de actualidad. ¿Cómo encontrar un mensaje de esperanza en medio de tanta basura?
Algunas preguntas martilleaban en la mente:
¿Ha mejorado algo este mundo tras 2000 años de cristianismo? ¿Cómo sería recibido Jesucristo si hubiera nacido en este siglo XXI, qué efecto tendría? ¿Tendría Jesucristo un mensaje para este mundo moderno?
Sí, creo que hay respuestas a esas preguntas. La naturaleza humana no ha cambiado básicamente. En algunas cosas la sociedad tiene más conciencia de la justicia, pero, por otra parte, las injusticias son más patentes. Sin duda, Jesucristo volvería a ser crucificado (es crucificado cada día en millares de seres humanos) y hoy volvería a darnos el mismo mensaje, por ejemplo:
  • Bienaventurados los pobres,… (¡óiganlo bien los ambiciosos, los que defraudan, los especuladores!)
  • Bienaventurados los mansos,… (¡óiganlo bien los impacientes, los intransigentes, los violentos, los torturadores!)
  • Bienaventurados los que lloran,… (¡óiganlo bien los que hacen llorar a inocentes o no ayudan a aliviar el sufrimiento de otros!)
  • Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,… (¡óiganlo bien los que engañan a la justicia, o los que juzgan injustamente!)
  • Bienaventurados los misericordiosos,… (¡óiganlo bien los rencorosos y vengativos, que no perdonan las ofensas ni los errores!)
  • Bienaventurados los limpios de corazón,… (¡óiganlo bien los que corrompen a niños y jóvenes, los que negocian con el vicio!)
  • Bienaventurados los pacíficos,… (¡óiganlo bien los que promueven guerras y se benefician de ellas!)
  • Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,… (¡óiganlo bien los que presentan denuncias falsas y los que compran a los jueces!)
  • Bienaventurados cuando os insulten por causa de Jesús,… (¡óiganlo bien los que persiguen a los cristianos o hacen burla de la religión!)

Las ideas se atascaban obstinadas. Era difícil reflexionar. Era difícil escribir.

De repente, ¡la gran noticia! Los teletipos se bloquean, los programas de radio y televisión se interrumpen en todo el mundo, los periódicos sacan edición especial:

Un anciano de 86 años, de aspecto frágil y enfermo, pausadamente y con voz tenue, ha leído media cuartilla en latín, delante de una reunión de obispos y cardenales.

Después de meses de reflexión y oración, reconociendo que ya no tiene fuerzas para llevar a cabo la misión que le había encomendado Dios, a través de la elección del colegio cardenalicio, Benedicto XVI ha renunciado a ser cabeza visible de la Iglesia. Un gesto que es toda una lección de humildad, pero de una gran valentía, y toda una proclamación de modernidad. Algo que no tenía precedentes en seis siglos. Tan revolucionario y tan innovador como aquel primer paso de Neil Armstrong sobre la Luna, en Julio de 1969 (¿recordáis, “Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”?). Se ha dicho que este pequeño gesto del anciano Papa puede cambiar el futuro de la Iglesia y de la Humanidad. 

¡Gracias, Dios mío, por darnos una noticia limpia para llenar las portadas de la prensa!
¡Gracias, Benedicto XVI, por tu ejemplo!