Resulta que varios - la mayoría –
de los Papas que hemos conocido en vida, no tenían ningún interés en ser
nombrados sucesores de S. Pedro. Así parece que sucedía, al menos, con Juan
XXIII, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI, cuando fueron elegidos por
el Cónclave. Esto es toda una prueba de la intervención del Espíritu Santo en
el gobierno de la Iglesia.
Seguramente, cuando se lea este
artículo, ya tendremos nuevo Papa – el que hará nº 266 en la historia de la
Iglesia – y lo que se dice aquí resultará ridículo. Pero desearía que el
Espíritu Santo continuase haciendo travesuras y los eminentísimos cardenales
rompieran todas las quinielas de los “vaticanólogos” y eligieran un Papa
insospechado.
Quisiéramos un Papa tan iluso que
piense que puede reformar profundamente la Curia romana, y lo intente.
Un Papa que comience su mandato
sin amigos en el Vaticano, pero que se gane la amistad de millones de creyentes
y no creyentes. Que no ambicionase ser elegido y que no se sienta influenciado
por los grupos de presión.
Un Papa, sea cual sea su edad,
que pueda decir ¡SEGUIDLE! (a Jesucristo) a los jóvenes del primer mundo, y a
los del segundo y tercer mundo, y que le sigan.
Un Papa valiente, que aborde, por
fin, temas como el celibato de los sacerdotes o el sacerdocio de las mujeres.
Un Papa que no use el
“papamóvil”, aunque puedan pegarle un tiro, como se lo hubieran pegado a
Jesucristo, si hubiera vivido en este
siglo. Que use personalmente la cuenta de twitter o facebook y lea la prensa
sin filtros.
Un Papa al que las sandalias del
pescador hagan ampollas, como duelen los pies descalzos a los niños pobres de
medio mundo.
Un Papa enérgico, pero
comprensivo, inteligente, pero sencillo. Que sepa rezar y ayudar a rezar. Que
sepa pedir perdón y pueda reconciliar a los católicos con los otros cristianos.
Finalmente, un Papa tan humano
que también piense en renunciar, cuando sienta que no tiene fuerzas para llevar
a cabo lo que Dios le pide.
Si no resulta tal como deseamos
algunos, pedimos a Dios que nos ayude a querer también al nº 266 y a descubrir
los aspectos positivos de su papado pues, con seguridad, el Espíritu Santo debe
saber lo que hace.
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